domingo, 30 de octubre de 2011

(24) Sin Solución


“¿Por qué me mirará así? Ahora no me puede decir nada al respecto…estoy acá, llegué a hora y no puse un pero…la verdad no entiendo…”

- Bueno, Tomás, antes de comenzar nuestra charla, no voy a indagarte sobre qué paso la otra vez, pero quiero decirte que no me gusto nada recibir un mensaje tuyo minutos antes de vernos. Vos sabes bien cuáles son tus obligaciones y sabés perfectamente que yo no estoy acá para hacerme un favor a mi misma. Hace mucho que venimos con las mismas cuestiones y reiteradas veces pasó lo mismo. No me quiero extender mucho porque sino se nos va a acortar el tiempo y tengo a otras personas que quieren verme. Bueno comencemos…

Un minuto de silencio inundó a Tomás, no sabía cómo ni por dónde empezar, tenía claro que todos sus actos no hacían más que sumergirlo…

- Adriana, realmente no me estoy sintiendo nada bien últimamente. Intento salir adelante pero todo lo que hago es en vano, encima hace como tres días no tengo agua en mi departamento. Ruego que me disculpes por las condiciones en que me encuentro.
- Sí, me di cuenta, Tomás – responde Adriana abriendo la ventana y dejando correr un poco de aire fresco para ventilar el olor nauseabundo del despacho.

Ella, mientras escuchaba atentamente a Tomas, empezó a concentrarse en sus expresiones, el movimiento de sus manos, la tensión de su cuerpo…

- ¿Por qué sonreís cuando me contás todas estas cosas Tomás?
- ¿Estaba sonriendo? Perdón, no me di cuenta.
- Mira Tomás, no quiero entrar en rol de madre, con el respeto que se merece, pero es momento de que te queden las cosas en claro. Hace años que estamos en terapia evacuando ciertos temas profundos e intento llevar a cabo de la mejor manera mi trabajo. Te conozco desde muy pequeño y sé como vienen las cosas. ¿Vos crees que llevando la vida como la llevas podés salir adelante?  Poné por un segundo tu mente en blanco, tranquilizate y respondeme…
- Yyo yyo, no sé qué decirte. Sinceramente, estoy plantado en medio de la nada, no encuentro nada que me haga feliz realmente.
- ¡Pero cómo me vas a decir eso por favor, si no haces nada por vos!.A ver, contame desde la última vez que tenias que venir para acá, desde que me mandaste ese mensaje de texto hasta hoy, ¿qué hiciste?
- Intente salir, te lo juro, Adriana
- Intentaste.  ¿Pero lo hiciste? Porque una cosa es intentar, pero de ahí a hacerlo hay una diferencia abismal. Mira Tomás, te vuelvo repetir con todo el cariño que te tengo, te conozco desde que tenés seis años, llevo tratándote mucho tiempo y lo que me corresponde a esta altura de la etapa es serte lo más sincera posible porque no veo solución ni evolución alguna. Traté cambiándote la medicación y no funciono. Has venido hasta tres veces a la semana, tampoco, y no noto ningún progreso en vos. Si no salís por tus propios medios nadie lo va a hacer, ¿entendés, Tomás? Disculpame la forma en que te lo digo, pero siempre estamos en la misma situación. Ya no hay manera ni forma de que te entren las cosas en la cabeza, sé que mi función es orientarte para que tomes un correcto camino, pero la última palabra la tenés vos.

Tomas aunque escuchara a la especialista, no hacia otra cosa que regañarse por la forma tan directa en que se estaba llevando con su psiquiatra.

¡Por Dios! Otra vez la misma historia, no sé para qué vengo. Ya estoy harto de que siempre me diga lo mismo, si apenas me diera una solución de cómo afrontar todo esto, ¿pero qué solución?¿Solución a qué?”

- ¿Tomas, me estás escuchando?, 
- Sssi, ssi, atentamente, Adriana.
- No me vengas con esos cuentos otra vez, eh. Intento sacarle fruto a esta sesión pero noto una especie de desgano en tus palabras, en tu forma de expresarte.
- Para nada, Adriana…

Después de veinticinco minutos de terapia, Tomas no soportó más la manera en que recibía tantos “sermones” por parte de su especialista.

“Pero qué me viene a decir a mi ésta, se cree que es mi vieja. Es al pedo venir acá, mejor me las tomo, no da para más esta conversación”

Adriana seguía hablando pero Tomás, ante tanto fastidio acumulado, no hace otra cosa que alejar la silla, levantarse e irse directamente del consultorio.

- ¿Tomás, que haces? ¡No terminamos, aún!

Un portazo terminó dando por concluida la charla. Una vez en plata baja, Tomás aprieta fuertes sus manos, mira hacia el piso concluyendo con un último pensamiento

“Pelotuda. Ya sé perfectamente toda esta mierda que me dice. ¿No se da cuenta que no lo puedo cambiar? ¿No se da cuenta de que este circo que hacemos es parte de la situación?”



Escrito por: Emiliano

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