viernes, 28 de octubre de 2011

(22) Alusión

 Mira su reloj impaciente, eran las 16.30hs.

Todavía falta media hora para estar según lo acordado con Ramírez en la radio, voy a dar una vuelta para hacer tiempo”- pensaba Wenceslao.

De repente, en su trayecto hacia el lugar quedó detenidamente inmune, y un dejo de recuerdo lo acongojó un poco.

- Querido Wences, buen día. ¿Cómo amaneciste hoy? – preguntaba Osvaldo Ramírez.
- Don Osvaldo, la verdad estoy muy contento. Hace tiempo que no me sentía tan bien, no puedo pedir más nada al respecto. Tengo unos inquilinos más que respetables, y teniendo en cuenta de dónde vengo, no creí nunca poder relacionarme y vincularme con gente como usted. Sinceramente estoy hecho, por formar parte de este edificio. Pensar que hace años venía desde Paraguay sin nada, tratando de hacerme valer por mis propios medios y encontrar a gente así me enorgullece – respondía Wenceslao tan plácidamente.
- Dicen que el destino lo tenemos escrito todos, si usted ha parado aquí es por algo. Si en estos pocos años, se ha ganado mi amistad y confianza no es por nada. Si el destino quiso que nos cruzáramos estoy dichoso de eso y brindo por estos años de amistad, porque sinceramente más que mi encargado, es mi amigo y confío en usted como nadie. ¡Qué loco, cómo se fueron dando las cosas! Me sentía apartado de la sociedad y usted fue la primera persona que se apoyo en mí cuando más lo necesitaba. Cuando la sociedad me tildaba de “loquito disfrazado”, usted fue una de las pocas personas que se acercó cuando necesitaba una compañía. Y agradezco al cielo, primero porque por más que haya vivido lo que viví, bien sabe de lo que hablo, hoy estoy aquí contemplando un nuevo día – acotaba Osvaldo mientras tomaba un descando de tanto hablar, luego continuó hablando - Lo que le quería decir, salvando estas palabras de agradecimiento hacia su persona, es que dentro de un rato viene mi sobrino. En cuanto llegue, hágalo pasar así me ahorro el trabajo de bajar. ¿Puede ser tan amable, Wences?
- Sí, ¡comó no, Don! En cuando llegue lo haré subir – arremetía Wenceslao.
Osvaldo concluyó agradeciéndole al encargado.

De inmediato volvió en sí, y las lágrimas brotaban de sus ojos al recordar tanta historia vivida con aquel veterano de guerra.

-Bueno, Wences, volvé a tierra. Hay que seguir adelante y no decaer. No se quién me manda a meterme en estas cosas- Y mirando al cielo acota – pensar que lo hago por vos, mi amigo.

Mira su reloj y ya se estaba cumpliendo la hora para juntarse con Ramírez.
Llega a la puerta y bruscamente la golpea…¡¡¡Toc toc toc toc toc toc!!

Escrito por: Emiliano

No hay comentarios:

Publicar un comentario