sábado, 3 de diciembre de 2011

(28) Un mundo nuevo.

Jonás no tenía encima el boleto que demostrara que era un usuario de la empresa TBA, ese día. Aquel 1 de marzo nadie en toda la estación de Constitución llevaba un boleto consigo.
Las huelgas de empleados era normal en aquel rubro que son los medios de transporte públicos; aumentos de salarios, reclamos por la reanudación al servicio de personal despedido, sindicatos de por medio, etc. Alguna veces el servicio quedaba absolutamente detenido, y los usuarios diarios se veían afectados y forzados a considerar otros medios para llegar a sus respectivos empleos, logrando de esta manera, colapsar el flujo de tránsito en la ciudad de Buenos Aires. Ese día no. La gente viajaba sin abonar un sólo centavo por el servicio presado y esto significaba una pérdida importante para la empresa.
Jonás, sin pensar en nada, había detenido su marcha frente a uno de los comercios que se ubicaba dentro del salon principal de la estación de trenes.
El alboroto era autentico y se concentraba debajo de los carteles de anuncios de la salida y llegada de los trenes. Un alboroto típico de manifestación. Gritos y canticos políticos, bombos, redoblantes y banderas con leyendas. Pero algo en todo aquel descontrol resultaba extraño para Jonás. Existía allí algo que lo embriagaba. El joven había visto algo que el resto de los usuarios no. Algo elemental. Y su curiosidad se retorcía por encontrar esa lógica, dentro del caos aparente. De pronto comenzo a pensar una vez mas.
Un espacio delimitado, tangible, comprobable, albergaba diariamente el flujo constante de miles de personas. Unas tantas, por no aventurarse a decir la mayoría, reinsidia en aquel espacio. - Toda esta gente... - pensaba Jonás. Porque en aquel instante eran incontables las hormigas que iban y venian, escapandole al terrible calor. Algunas hasta eran termitas, otras oscuras cucarachas y hasta sucias ratas y moscas tambien, revoloteando entre la basura. Sin saberlo.
Y allí estaba Augusto, una obrera que se detenia religiosamente frente a 'Carlitos's Way II' por una Carlito-milanesa-completa y esto lo hacia durante toda la semana. Trabajaba de capataz en una obra en la calle Paraguay al 1200. Se tomaba el 39 todas las tardes de regreso hacia 'plaza...' para terminar su odiséa en Temperley. Ya en casa besaba a su mujer y jugaba un rato al pique-volley con Roque, su hijo.
Jonás nunca conoció al viejo Augusto y quizas nunca lo haga. De eso se trata la estación.
Micaela, una usuario casual de la línea, viajaba desde Lanús y se encontraba dentro del locutorio del complejo. Confirmaba con Martina, su amiga, el encuentro en el Mc Donnals de Corrientes y 9 de Julio. Le manifesto su miedo por el reclamo dentro de Constitución. Martina la tranquilizó.
Estaba Raul tambien, estudiante de sociología en la UBA, abandonado por su novía de casi seis años. Andaba completamente ido por el anden 4. Daba lastima. Julieta, de regreso a su casa llevaba 25 gramos de marihuana en su mochila repleta de pins de bandas tipo Rammstein y dibujos japoneses. Su padre, el rabino Migdal la esperaba en su hogar, resolviendo los negocios de la calle Scalabrini Ortiz. Sergio era una rata, esperando en el anden 6. Esperaba encontrar a su esposa para golpearla. De seguro lo engañaba en su ausencia, la muy puta. O quizas se encontraría con su cuñada llenandole la cabeza a su mujer.
En el segundo piso del amplio complejo se encontraba Oscar, el jefe de maestranza de la estación. Ocultaba los cuerpos sin vida de dos níñas de entre 7 y 10 años, dentro de unas enormes bolsas negras, en el depósito abandonado a un costado de los rieles de acceso a la estación. Ambas niñas desaparecidas hacia algunas semanas y reportadas por los noticieros. Sandra, una mujer de unos 50 años, aguardaba el tren a gerli. Volvia a su hogar luego de una aventura con Marcelo, un empleado suyo de 23 años. Debía llegar antes que su marido y desacerse de la pruebas incriminatorias en su ropa. Y estaba Alicia tambien. Una niña no vidente con un coheficiente intelectual de 138, acompañada de su abuela. La jovencita Alicia se hayaba en el salón principal a pocos metros de Jonás, muy cerca de la manifestación pero ya se había hecho una idea de lo ocurrido y al igual que Jonás, sospechaba lo que a continuación ocurriría. Su perceptiva atención lograba adelantarse a los hechos y fijó sus sentidos en dirección al joven.
De pronto un estruendo fuerte y seco se oyó en el salón principal. Los usuarios comenzaron a gritar y a correr por doquier escapandole al bulto que era aquella manisfestacion de bombos y banderas, copando las salidas auxiliares de las calles Lima y Herrera.
Un segundo disparo y el salón principal se encontraba absolutamente alborotado. Alguien cayo al suelo cubierto de sangre y un cuerpo de la policia federal ocupó el lugar disparando proyectiles de gases lacrimógenos.
Jonás estaba estupefacto y en un segundo volvió en si, afectado por lo gases. Un joven que se encontraba entre el reclamo inicial lo miraba obsesivamente. Y de la nada, éste lanza un bulto hacia Jonás. Alicia, aún de la mano de su abuela, se estremese pero sabe que es Jonás a quien debe 'marcar' y pone toda su atención en él.
Comienza la comédia de la policia federal y nuevos disparos se oyen en la estación. Los usuarios sobre los andenes atinan a correr hacia el final de las pasarelas. Alguno que otro termina su marcha sobre las vías. Otros gritan mientras se tiran de cuerpo entero al suelo.
Jonás recoge el bulto que rodò por el suelo en dirección suya y dedicando una última mirada hacía aquel que lanzó aquél objeto, notó a un joven manifestante, un tanto palido, que llevaba una remera negra con la leyenda 'genio independiente' que se cargaba a un oficial a puro manejo de una hoja que parecía afiladísima.
Jonás corrió hacia la salida de la calle Lima y Alicia arrastraba a su abuela en aquella dirección. La niña sabía perfectamente que Jonás llevaba consigo un revolver Taurus, de calibre 38.