lunes, 19 de septiembre de 2011

(1) Guerrilla

Domingo - 10:57 a.m.

- ¡Basta, no se soporta más este calor! –se quejó Mariano.
- ¿Qué dijeron? –pregunto Aimé mientras se acomodaba su vestido azul con lunares blancos. El único fresco, según ella.
- 36 de mínima. ¿Queda mal si la llevo con el pañal solo? –bromeó Mariano mientras hacía la pantomima con Lara en sus brazos.
- No termino de entender por qué te empecinas en llevarla todos los domingos. A ver, no creés en Dios, ella no entiende ni medio y hace un calor infernal. Sin contar lo que pensamos de la Iglesia y el rol destructivo del catolicismo durante toda la historia de la humanidad –Aimé hablaba mientras se ponía las chatitas blancas de memoria.
- Primero –Mariano levanto el pulgar de Lara- es muy temprano para tanto contenido ideológico. Segundo –índice de Lara- es cierto, no caza una todavía, pero percibe todo. Y tercero –dedo medio y babeado de Lara- quiero que vea todo, que tenga contacto con el mundo, además todo esto es parte de su memoria inalcanzable.  Ya lo hablamos, cada una de sus salidas y experiencias nuevas  las voy a documentar de alguna manera para que dentro de unos años las vea y sepa donde estuvo, donde estuvimos, los tres.  Ah, quedaba poco lugar en la memoria de la cámara así que borre algunas fotos de la exposición de tu vieja.
- Ok, ok. –suspiró Aimé-  Yo voy a ir directo a lo de mi viejo. Acordate que hoy almorzábamos con él.  Vayan por la vereda de la sombra y ponele la gorra a ver si Diocito no la protege y se termina insolando.
A diez minutos del comienzo de la misa de 11:15 (la de los jóvenes), encararon la cuadra de la iglesia de San Pedro Telmo bajo el sol más fuerte que se vería en las diez semanas siguientes. Lara, de vestido de lino blanco con un cinturón decorado con margaritas, casi no había abierto los ojos desde que salió de su casa. Mariano metió la mano izquierda en el bolsillo trasero de su bermuda y sacó la Kodak digital, regalo de su tío.
-  Una foto más antes de entrar –propuso Mariano- No todos los días se chiva tanto.
Subieron la escalinata de la entrada e ingresaron como todos los domingos, cinco minutos antes de que el padre Tomás de comienzo al ritual.

Escrito por: Matías.