jueves, 16 de febrero de 2012

(30) Camino alternativo

Jonás se encontraba corriendo con todas sus fuerzas. Se dirigía hacia la salida que se anunciaba como 'Lima'. Calle que cortaba la avenida principal, Brasil y en donde se encuentra el acceso principal a la estación de Constitución. Corrió hasta cruzar por completo aquel arco. Oficialmente estaba fuera de la estación. Oficialmente estaba dentro de la capital federal, dentro de la red.
El sol se sentia terrible sobre uno. Jonás comenzaba a sufrir el calor insoportable de la ciudad. Un calor incrementado al 13%, por la caprichosa 'Baires'.
Jonás miró a ambos lados de sí, miró hacia el frente. Decenas de personas corrian de aquí para allá, iban y venian todo tipo de hormigas, cucarachas y ratas.
Sobre la calle Lima, los comerciantes callejeros se ponian de acuerdo para custodiar sus pertenencias. En algún que otro caso, se trataba de mercancias especiales rotuladas con simbolos y colores dependiendo el tipo de cliente o fabricante.
Alguien que salia detrás de Jonás, empujo a éste haciendolo rodar por la acera. Rodó junto a una caja de carton repleta de muñecos del tipo figuras de acción de 'Las bolas del dragón' y 'Los Magníficos'.
El dueño de la mercaderia dió un salto y el multimercadito que reposaba sobre un par de caballetes, se sacudio perdiendo algunas linternas para lectores y cargadores universales de baterias de celulares.
Jonás tubo que despegar su rostro del aspero cemento de la acera, dejando un pequeño charco viscoso de sangre y espesa saliva, tan blanca como espumosa. De suerte - pensó - no dejé un molar sobre la calle. Se puso de pie y corrió hasta la avenida Brasil. Llegó hasta la plaza frente al complejo rencientemente abandonado y se dejó caer sobre la hierba, tan húmeda como picuda. Sintió la molestia del primer contacto con el pasto sin cortar pero se relajó al estirar las piernas. Se sentía cansado. Un bicho empezó a caminarle por la pierna izquierda pero no lo notó. Su cansancio era extrafísico. En ese momento, dos unidades de la policia federal se unieron al carnaval de patrulleros- frente a la imponente fachada de la estación de trenes. Seis uniformados descendieron de los respectivos vehículos y coparon las entradas en grupos de a dos efectivos.
Jonás continuaba tirado sobre el pasto de la plaza. Aún no reparaba en el bulto embuelto entre arapos, que llevaba consigo.
El interior de la cabeza de Jonás varias ideas se arremolinaban causando tal confución. ¿Sabía, acaso, de que se trataba todo aquello? Todo aquel alboroto... Y de repente recordó a un hombre que caía al suelo, todo cubierto su torzo de sangre. Jonás recordó que un trozo de tela habia sido desprendida de una bandera y un par de manos la sumergían en un recipiente plastico. Recordó la imagen de una botella de vidrio coronada con una flama anaranjada. Y a un oficial con un grueso escudo de la PFA. Aún veía la botella de vidrio estallar contra aquella defensa al tiempo que varios brazos de un tóno azul espectral cubrian al agente Barrios, que agitaba y contorsionaba todo su cuerpo acompañandolos con alaridos de dolor. Un segundo despues varios policias abrian fuego contra el manifestante de la molotov. Dieciocho balas entraron y salieron del cuerpo de un joven de dieciocho años.
Jonás recordó tambien, todos aquellos gritos y cómo estos fueron apagandose gradualmente ante los silbidos producidos por los plomos cortando el aire en dos, formando líneas de un uniforme vacío. Recordó el llanto silenciado de una joven mujer, fusilada mientras abonaba su llamada por locutorio. Jonás estaba en trance y podía volver a persibir aquellos olores a pólvora consumida, al cuero cabelludo chamuscado y a la carne quemada. Y por un momento se le cruzó por la mente el puesto de 'Carlito's Way II' y sus hamburguesas tostadas y recalentadas infinidad de veces. Pensó en cómo el hombre se cóme la carne. En cómo la quema, en como la hierve para deshacerse de sus fibras nerviosas o reducirlas a gelatina. Pensó en la sangre, en toda la sangre que se puede extraer de un pequeño cuerpo animal. Sangre perdida, pérdida de sangre y la voz cantarina de Donnatella, su prima, se le volvió a la mente. - Si no hubiesemos sido tan infantiles!
Jonás hubiese querido incorporarse en aquel instante, pero su agotamiento sólo le permitió abrir los ojos. Al hacerlo notó que una joven doncella que apenas superaba los diez años, depocitaba toda su atención en él. La niña lo miraba sin ver. Sus ojos habian comenzado a morir gradualmente hacía ocho años pero aprendió a utilisar sus otros sentidos.
Jonás sorprendido lógra incorporarse. Estaba a punto de ponerse de pié. A punto de ser consumido por la histeria y quebrarse allí mismo, cuando la niña se dejó oir. - ¿Porque lo hiciste? - Y jonás comenzó a recordar palabras de Donnatella. - '¿Porque lo hiciste, porque lo aceptaste?'
- ¿Porque lo aceptaste? - Volvió a preguntar la niña de cabellos oscuros.
El miedo invadió a Jonás mientras observaba la mirada muerta de la niña y empezaba a entender todo. Aquello que entre sus manos escondía lo escondía de sí mismo.
Sus dedos comenzaron a serpentear sobre aquel objeto, al tiempo en que Alicia separaba los labios y se le escapaba el discurso. Las palabras se le salian de la boca en el preciso momento en que las yemas de los dedos del joven, sentian algo tan helado como el hielo. - ¿Porque... - Jonás identificó, entre la tela del aquel bulto, algo así como un rodillo de metal. - ... has levantado - continuaba preguntando la niña. - Un acabado en madera. - Identificó Jonás. - ... has levantado el revolver? - Finalmente preguntó Alicia. Y Jonás ya tenía su indice sobre el fríó gatillo de aquella arma.
La niña lo miraba sin ver pero podia oler lo que dentro de aquel joven sucedía. ¿Era temor, era dolor? Alicia temió por el futuro de Jonás. Habia algo entre aquellos arómas que se desprendian del joven que le resultaba curioso. Al unísono Jonás se encontraba levantando el revolver y llevandolo hacia Alicia. La niña persivió otro aróma, mas lejano e instintivamente se salió de entre el arma levantada por Jonás y un muchacho que corría hacia ellos. En ese instante Alicia se dá cuenta que hacia varios minutos que no persibía el olor de su abuela.
Jonás se deja llevar y dispara contra aquel que lleva la camiseta con la leyenda ' genio independiente' y parte del grabado se desprende de la tela, a la altura del pecho. Un segundo disparo y aquel que los amenazaba cáe al suelo.
La niña pronunció unas palabras que Jonás nunca escucho y arrastrando al joven aturdido escaparon juntos hacia la iglecia detras de la plaza de Constitución.

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